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martes, 5 de noviembre de 2013

Sur de Almania II: Selva Negra

Lunes 19: Viaje y toma de contacto
Una, dos y tres... llegó el día del viaje. Tomábamos el vuelo a las 8 de la mañana, así que tocaba madrugar. Esa noche previa fue espantosa, una noche de calor sevillano de las apoteósicas, pero por la mañana la ilusión por el viaje superó las horas de escaso sueño. Como el vuelo lo habíamos comprado con puntos de Iberia, nos tuvimos que adaptar a los itinerarios disponibles, volamos Sevilla/ Stuttgart  vía Barcelona con Vueling, aunque con conexión, el viaje se hizo muy ameno, llevábamos un poco de miedo porque en vuelos anteriores a mi hijo le habían dolido los oídos y lo había pasado mal, así que tomamos muchas precauciones en el aire (le dejamos puesto el chupete, que ya casi no lo usa, todo el rato y le dábamos agua con frecuencia) para evitar esas molestias. En el avión mi hijo se lo pasó muy bien, fue muy entretenido mirando por la ventanilla y observando todo lo que pasaba alrededor, aun no tiene los dos años y ahora mismo está en la fase donde pregunta y se interesa por todo. De todas formas para viajar con un niño hay que ir bien equipado de cosas para el entretenimiento, sobre todo si tu hijo es un petardín como el nuestro  y el ir sentado en el coche le supone una tortura china, así que allá iba yo cargada de todo lo necesario (rotuladores, cuentos, pegatinas, snacks, ipad con dibujos y juegos...).
Llegamos a Stuttgart, recogimos en Europcar nuestro coche de alquiler, conectamos el GPS y pusimos rumbo a nuestro alojamiento en Lauterbach que estaba a una hora y poco del aeropuerto, un pequeño pueblo en la zona oriental de la Selva Negra. Costó un poco que el GPS encontrase satélite y nos liamos al salir del aeropuerto, pero conectamos enseguida con la autovía hacía nuestro destino, que estaba muy bien, por lo que en ese trayecto no hubo problemas. Aunque tengo que decir que durante todo el recorrido en Selva Negra los días posteriores se nos hizo un poco complicada la circulación, hay carreteras muy pequeñas, obras, vías cortadas sin alternativa cercana de circulación y si a esto le sumas que las indicaciones y los nombres de los pueblos en alemán son palabras larguísimas con muchas consonantes que a nosotros nos cuesta pronunciar y hasta leer, el lío es aun mayor. Antes de llegar paramos en un supermercado que vimos en un pueblecito y compramos provisiones para esos días, pañales y cosas para el peque.

Llegamos a nuestro alojamiento, Appartementthaus Schwarzwaldblick y nos gusta; una casa típica de la zona situada en Imbrand, la zona del pueblo que queda en la parte superior de la montaña. La casa es la última de la zona, situada ya dentro del bosque, con un pequeño camino de acceso rodeado de altos pinos. La familia dueña del hotel muy amable y nos hicieron la estancia muy confortable. Llegamos sobre las seis de la tarde, estábamos cansados y hambrientos, así que lo que primero que hicimos fue prepararnos una cena alemana con lo que habíamos comprado y después nos fuimos a dar un paseo por el campo.
Había una granja con animales cerca, mi hijo, un niño de ciudad, alucinaba con los animales. El primer día nos partimos de risa cuando él vio por primera vez una vaca, lo miró fijamente y le dijo la vaca "muuuu", ja ja ja si vieseis la cara de asombro de mi hijo.

Martes 20: Museo de casas de Gutach y Schiltach
Amanecía en Selava Negra, pero nosotros continuábamos durmiendo, je, je, no madrugamos ningún día, a nuestro hijo eso de dormir no le va mucho, así que como esos días al peque se le pegaron un poco las sábanas (tampoco os penséis que dormía como un lirón, para nosotros ahora dormir un montón significa despertarse sobre las nueve y media de la mañana) aprovechamos para descansar un poco, que falta nos hacía y nos sigue haciendo. Habíamos comprado cosas para desayunar, pero como era el primer día y estábamos de vacaciones, decidimos decirle el día anterior a Sonja, la dueña de la casa, que al día siguiente nos sirviese el desayuno. Estaba todo muy rico, sobre todo la miel y la mermelada casera.
Esa mañana decidimos visitar el museo al aire libre de casas y demostraciones agrícolas de la Selva Negra, Schwarzwälder Freilichtmuseum, que se encontraba a unos 15-20 minutos en coche de nuestro alojamiento. Al pernoctar en un alojamiento de Selva Negra te dan una tarjeta en el hotel, Gästekarte Schwarzwald y con ella consigues descuentos en muchos sitios, uno de ellos este museo. Es un museo que gira en torno a la Vogtsbauernhof, granja agrícola de la zona con casas típicas de madera y techumbres de paja de varios siglos (la más antigua es de 1600). Una de ellas original de la zona y otras traídas de otros lugares y reconstruidas allí.
Las casas se pueden visitar por dentro con sus habitaciones, cocinas, muebles y por fuera con sus graneros, establos donde observar a los animales y la vida cotidiana en ellas.
Nosotros no somos mucho de visitar este tipo de museos, pero lo habíamos visto en el programa de TV "Españoles por el mundo en Selva Negra" y consideramos que sería un sitio divertido para ir con el peque. Así fue, el niño se lo pasó en grande, es un museo muy interactivo para ellos, le pueden dar de comer a los animales, hay un parque de juegos y está pensado para el entretenimiento de las familias en todos los puntos del recinto.

Por recomendación de otros bloggers, decidimos comer en el restaurante que hay a la entrada del museo, justo al lado de las taquillas. Se llama "Zum Hofengel", no tiene pérdida, se puede acceder por él también desde dentro del recinto. Comimos muy bien, probamos la cerveza más conocida de la zona, la Rothaus (la mía sin alcohol), las salchichas con ensalada de la zona,  un plato de carne con los también típicos fideos de patata y por supuesto el plato estrella, la famosísima Scharzwälder Kirschtorte o tarta Selva Negra.
Tras pasar toda la mañana allí nos fuimos a dormir la siesta un rato al alojamiento, como ya os he dicho, con el niño hay que respetar horarios para que el peque no se descontrole y de paso así descansábamos nosotros también. Por la tarde tomamos rumbo  Schiltach, uno de los pueblos más bonitos dentro del bosque. Se encuentra en el valle del Kinzig, un valle con forma de herradura que atraviesa gran parte de la zona central de Selva Negra. Es un bonito pueblo con mucha magia, con casas con entramado de madera y balcones con flores, parece sacado de un cuento, a orillas de dos ríos, el Kinzig y el Schiltach.

Como no llegamos temprano, el aparcamiento en la calle ya era gratuito, se había terminado el horario de zona azul de pago, así que aparcamos junto al río en la calle al lado del centro de la ciudad. Pasamos un rato en el río observando a los patos, mi hijo buscando cisnes, que no había, pero él está acostumbrado a ir a un parque de nuestra ciudad donde además de patos hay cisnes y para él ambos animales deben estar juntos, je je cosas de niños. Y nos encaminamos a la plaza principal de la ciudad, la Marktplatz, una plaza con forma triangular y construida en cuesta. En ella se encuentra el Rathaus o Ayuntamiento del S. XVI decorado con bonitos frescos, la oficina de turismo (ya cerrada), algún museo y una fuente en uno de los extremos.
De la plaza parte hacia arriba la Schlossberstrasse, una empinada calle con preciosas casas con tejados inclinados donde los curtidores de pieles secaban éstas al sol y donde se pueden ver en placas los oficios de los antiguos residentes por ejemplo en el número 6 había un tejedor de medias.
Seguimos nuestro paseo hasta la parte alta contemplando las bonitas casas y disparando fotos constantemente.
Volvimos a llegar a la plaza principal y desde ella bajamos por una estrecha calle con escalerillas hasta el río, cruzamos el cauce por un puente, ya que justo en la orilla contraria había un pequeño parque infantil con toboganes y demás cosas para entretener un rato al peque. Pasamos allí un buen rato tranquilamente hasta que casi se nos hizo de noche.
Esa noche cenamos de nuevo en nuestro alojamiento. La dueña de la casa tenía un enorme perro llamado Lula, que aunque grande, no era más que un cachorrillo y si por mi hijo hubiese sido no hubiésemos salido de allí, se despertaba por la mañana llamando a Lula y todo el día lo hubiese pasado jugando con ella.

Miércoles 21: Cascadas de Triberg y relojes de cucu

Otro día más sin madrugar, ¡qué alegría!, vamos a tener que irnos a vivir a Alemania para el que niño nos deje dormir. Desayunamos en el alojamiento, esta vez las cosas que nosotros habíamos comprado y partimos rumbo a Triberg para ver sus famosísimas cascadas, las Triberger Wasserfälle. Dicen que son las cataratas más altas de Alemania con 163 metros de caída, pero por lo visto se trata de un error tipográfico que se ha perpetuado y en realidad no son las más altas; pero a nosotros nos da igual que lo sean o no, la cosa es ir a verlas y pasar un buen rato en la naturaleza.

Estas cascadas también se encontraban a 15 o 20 minutos en coche desde nuestro alojamiento, pero la carretera para llegar allí se encontraba cortada por obras todo ese mes y eso nos supuso dar una vuelta y tardar 35 o 40 minutos en llegar. Llegamos a Triberg y nos parece un pueblo muy turístico, está lleno de gente y de tiendas. Aparcamos el coche por 3 ó 4 euros en un parking cercano a las taquillas de acceso al recinto de las cascadas. Nos pasamos por la oficina de turismo donde nos dan el mapita de las cascadas con los diferentes senderos, uno más largo que parte de la iglesia del pueblo y los que parten desde las taquillas, que están al lado de la oficina de turismo del pueblo. Justo antes de la rampa de entrada a las taquillas hay un restaurante en la esquina, donde hay una ventana exterior y desde ella venden comida para llevar, así que paramos allí y compramos nuestro almuerzo para comerlo durante la ruta. Pensábamos que habría algún área para comer arriba del sendero, no era así, todo el camino es estrecho, pero esto no nos supuso un problema, paramos a almorzar en un banco que había en una zona donde el camino se ensanchaba un poco. 

En las taquillas también hicimos uso de nuestra tarjeta descuento por alojarnos en Selva Negra. Allí vendían unas bolsas con cacahuetes para supuestamente dar de comer a las ardillas durante el sendero, un timo total, mi hijo iba con toda la ilusión del mundo con su bolsa de cacahuetes, no la soltó en ningún momento y no vimos a ni una sola ardilla y mira que las buscamos. Así que de ardillas nada de nada, pobrecillo, aun hoy se acuerda de las ardillas y dice "no hay", pero al menos ese día aprendió que a las ardillas le gustan los cacahuetes y viven en el bosque; algo es algo.
El sendero es estrecho y empinado, el carrito de paseo cuesta empujarlo, más si además estás embarazada, pero subir sube. Hay muchas familias, muchas de ellas numerosas (hemos observado que esta zona hay muchos padres jóvenes con familias de más de tres hijos) y se ven muchos papás empujando carritos por el sendero y muchos críos alrededor. Las cascadas y el entorno bonitos de contemplar. Más o menos el recorrido que hicimos duraba unos 40 minutos, nosotros tardamos más entre las paradas buscando ardillas, el almuerzo y que en la bajada al final hay un parque grande con toboganes y demás cosas para disfrutar niños y padres (hay muchas cosas para subirte con los niños, toboganes anchos, columpios y balancines para tenderte con el niño).
Triberg es conocido mundialmente por sus relojes de cuco de madera hechos a mano. Antiguamente era una de los oficios de las gentes del lugar, hacían relojes de cuco en casa durante la época fría del año y salían a venderlos por el resto de ciudades alemanas. Hay dos relojes de gran tamaño, construidos a tamaño real de una casa típica de la zona, uno se encuentra en la localidad vecina de Schonach y el otro se encuentra a la entrada del pueblo. Nosotros fuimos a ver el segundo, el de la entrada del pueblo, una casa a tamaño real con un gran péndulo y su ventana correspondiente donde cada hora en punto sale cucú. Dentro puedes entrar por 2 euros para contemplar el mecanismo gigante (nosotros no lo hicimos).
Justo al lado del mismo está la tienda, con una gran variedad de relojes y de precios, la señora de la tienda fue muy amable y nos enseñó los relojes y les cambió la hora para que el niño viese los distintos tipos de cucú que salían por la ventanita. Comprar un cucú se salía de nuestro presupuesto, eran realmente caros, así que como recuerdo compramos también de madera pintada y decorada un adorno de navidad para la puerta de entrada a casa.
Volvimos a nuestro alojamiento de nuevo para dormir la siesta y descansar un rato. La tarde decidimos pasarla en los alrededores de la casa, fuimos a visitar de nuevo la granja cercana a ver los animales que había en ella y dimos un paseo por el bosque y las praderas. pasamos otro bonito día campestre.


Jueves 22: Valle del Kinzig, Schwarzwaldhochstrasse y Gengenbach

Amanecemos de nuevo en Selva Negra, estábamos teniendo mucha suerte, nos estaban haciendo unos días soleados maravillosos, así era un lujo disfrutar del paisaje. Desayunamos y hoy nos esperaba un día un poco más apretado de coche, decidimos que en ese día no volveríamos a descansar en medio del recorrido y que pasaríamos todo el día fuera. 

Veríamos algunos pueblos más del valle del Kinzig hasta Freudenstadt y de ahí tomaríamos la famosa  Schwarzwaldhochstrasse, la carretera panorámica de la Selva Negra, que une la ciudad de Baden-Baden con la maravillosa naturaleza de la Selva Negra.

La primera parada fue en Alpirsbach, que según cuentan debe su nombre a un clérigo bebedor que se cayó en el río y exclamó "All bien ist in den bach"( toda la cerveza está en el riachuelo). Conocida por su famosa fábrica de cerveza elaborada con agua de manantial, Alpirsbacher Klosterbräu y cuyas instalaciones se pueden visitar. Nosotros nos dirigimos a otro de los lugares visitables del pueblo, el Kloster Alpirsbach, un monasterio benedictino del s XI. Pensábamos visitar solamente por fuera el recinto, pero mi hijo empezó a llorar porque quería entrar a ver a la Virgen y al Señor, mi madre lo suele llevar a misa y le encanta contemplar las velas, las imágenes, siempre quiere entrar a todas las iglesias. Entramos y fue para nada su empeño, porque es un monasterio muy austero, nada que ver con el barroco y la imaginería sevillana que mi hijo acostumbra a ver, la única imagen de la virgen que había era tan sosilla que mi hijo decía "Virgen no es" je je je El claustro es muy bonito, estaba montado para ofrecer conciertos y la verdad es que debe de ser un entorno precioso para oír música.
Justo frente al monasterio se encuentra una fábrica de chocolate, como no somos muy amantes del chocolate pasamos de largo. 

Seguimos nuestro camino y nos dirigimos hacia Freudenstadt, aquí decidimos no parar ni siquiera con el coche porque habíamos leído que su casco histórico no era muy bonito ya que la ciudad fue ampliamente bombardeada en la Segunda Guerra Mundial. Pasamos con el coche por su plaza principal, que tiene como curiosidad ser la plaza más grande de Alemania (216x219 metros) y estaba muy animada con muchas terrazas y gente paseando.

Nos costó un poco ubicarnos con el GPS para encontrar la famosa carretera B500 o  Schwarzwaldhochstrasse, pero al final conseguimos llegar a ella. Esta carretera une la Selva Negra con Baden-Baden y es una preciosa vía panorámica de la que parten multitud de senderos para practicar actividades al aire libre. Queríamos ir a comer a un restaurante que estaba al lado de las ruinas de un monasterio y de un sendero con cascadas que habíamos leído que estaba en un entorno muy bonito, pero en el GPS no encontrábamos el lugar. Al final conseguimos llegar con las indicaciones, vimos en la carretera el cartel del desvío hacia el monasterio (Kloster) Allerheiligen, por una carretera que iba en dirección a  Ottenhöfen. Aparcamos en el parking de arriba que está al lado de las ruinas y del restaurante (también hay un parking abajo del sendero de las cascadas), dimos un paseo por las ruinas y almorzamos en el restaurante Gaststätte Allerheiligen. Comimos muy bien, trucha de la zona, carne con fideos caseros y una especie de sopa con alubias que era un poco pesada. Justo al lado había un estanque con truchas y desde ahí partía el sendero a las cascadas que en esa dirección era cuesta abajo. Nos encantó el lugar, el entorno precioso, el día soleado espectacular y lo pasmos muy bien.

Tras esta parada tomamos rumbo a Gengenbach otro de los pueblecitos con encanto de Selva negra. Creo que tomamos por la ruta más lenta, pero nos dio igual, de camino hasta este pueblo pasamos por unas carreteras estrechitas de montaña preciosas y advertimos unos paisajes de ensueño. El niño dormía plácidamente la siesta en el coche, así que paramos en un supermercado para hacer un poco de tiempo y no despertarlo y compramos carne para por la noche poder hacer barbacoa en la casa. 

Llegamos a Gengenbach un poco tarde y con el niño algo enfadado por despertar de una siesta tardía y a deshora. Pasamos un rato de llanto pero tras  la merienda en un banco frente al río mirando los patos y la promesa de ir a ver animales; conseguimos que se calmara. Dimos un paseo por el pueblo que nos pareció precioso, las casitas eran como de cuento, quizás por este motivo esta villa fue elegida como escenario por Tim Burton  para secuencias de la película "Charlie y la fábrica de chocolate".
Había leído en algún lado que en el pueblo había un parque con animales y allá nos encaminamos. Está justo enfrente de las vías del tren y del río; a un corto paseo del centro turístico. El parque está genial, tiene áreas de juegos para niños, un estanque con patos y una zona con animales (cabras, conejos, avestruces…) a los que puedes dar de comer hojas. Mi hijo no se quería ir de allí, lo pasó en grande dándole hojas a los conejos, a partir de ese día cada vez que íbamos a un parque empezaba a arrancar hojas pensando que allí también habría conejos y les podría dar de comer.

Llegamos a nuestro alojamiento ya de noche y cansados; así que la carne a la barbacoa que nos preparamos en la terraza nos sentó estupendamente. Era nuestra última noche en medio de la naturaleza de Selva Negra, al día siguiente partíamos hacia Friburgo y tanto mi marido como yo, hablando al fresco de la oscuridad contemplando los pinos, coincidíamos en que habían sido unos días fantásticos, estábamos contentos porque nuestro hijo había disfrutado muchísimo y nosotros habíamos conseguido desconectar de la rutina y relajarnos.

Si queréis continuar leyendo o leer etapas anteriores os dejo el enlace de la cabecera de este diario donde aparecen todas las etapas del mismo, pinchar aquí.






-Caliope Viajes y Vivencias: Selva Negra y Baviera

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